lunes, 2 de febrero de 2009

Un momento


Él, la miraba por encima del hombro con gesto altivo y casi desafiante. Ella, acostumbrada, podía girar con facilidad la mirada buscando una escusa cualquiera dónde posarla.
Palabras intentaban salir del cerebro hacia una más que espesa lengua, pero que se quedaban a medio camino.
Sentimientos afloraban en busca de una lágrima pendiente. Una lágrima pendiente de un ojo quemado de lágrimas, de un ojo incapaz de evacuar más penas.
Él, la seguía observando, seguía deseando cambiar el gesto, parecer que aquello podía cambiar tan sólo con una leve sonrisa o una cálida mirada.
Ambos, seguían inmóviles al pasar de la gente que colgaba bolsos de sus doloridos hombros, que clavaban sus miradas en los pasos avanzables de una rutina cualquiera, de un andar de urbanista perdido en la nada de lo diario.
Ambos, seguramente pensaban en los tiempos pasados, en los tiempos de agua y rosas, en los de grito y sed, pero no podían más que callar, no podían más que seguir buscando la palabra exacta del perdón o de la humildad, o de la necedad.
Valoraban,seguramente, el momento, sentían la intensa necesidad de la cesión del otro, del entender de sus terquedades y no podían más que callar, no lograban digerir la muerte anunciada de una pasión etérea, insulsa.
Él, cómo gesto de voluntad, acercó su mano a la botella de coca-cola vacía que se encontraba justo delante de la mano de ella, vacilando si acariciarla levemente.
Ella, de reojo, vio acercarse aquellos grandes dedos y dudó un segundo, pero finalmente retiró su mano, dejándola caer sobre sus piernas. Alzó su mirada clavándola donde sabía que haría daño, y, casi sin querer, susurró: "Es el momento de decir adiós".
Él, permaneció inmóvil, con el mismo gesto altivo y casi desafiante.